viernes, 3 de julio de 2009

FELICIDAD EN SEPIA




DE CUANDO ÉRAMOS FELICES… Y NO LO SABÍAMOS



Posiblemente la carencia de cosas nos impedía verla y, a la vez, nos la proporcionaba.


La felicidad, cuando la vida era en sepia, se podía alcanzar con algo tan simple como fumar barbas de maíz, el tabaco de aquellos niños. Niños impermeables, capaces de caminar, sudar, sangrar… Asignaturas diarias aprobadas con nota por una piel de pantalón corto e imaginación larga. Niños capaces de convertir un perro en lobo, una caja en cabaña, una roca en castillo y un niño en rey; reyes con muy pocas posesiones, pero posesiones compartidas: chocolatinas más que ocasionales, heridas de rodilla, sarpullidos de ortiga ,mariquitas, piojos, palos, fruta robada, miedo, cristal roto, zapatilla de madre lanzada.......… El “niño habilis”.


Recuerdos en sepia, de un monocromo semejante al chocolate amargo, pero dulce; veranos eternos con final a olor de tierra mojada en septiembre; gérmenes familiares; “suciedad” protectora, que no “sociedad”. Espacio, tiempo, imaginación…


Un lugar, un lienzo, un color, el sepia; base de cualquier paleta, base de cualquier cuadro, base de cualquier vida.


2 comentarios:

  1. Si señor Juanito, ¡cánta razón tés e que ben contado!
    ¿Y lo rico que está el sepia a la plancha? ¿eh?

    ResponderEliminar
  2. La etapa más feliz de mi vida fue la sepia, sin ninguna duda. Pocos juguetes, menos preocupaciones y mucha calle; además de todo eso que tú dices: heridas, bichos, chocolate La Campana, zapatilla de madre...

    Jo, qué mayor soy, cachis la mar...

    ResponderEliminar